lunes, 20 de octubre de 2008

Exigencia ética, responsabilidad, participación, comunismo hormonal. Saramago.

Un típico razonamiento de la izquierda ha sido pensar que el futuro será mejor. ¿Podríamos pensar que uno de los errores de la izquierda fue que, habiéndose preocupado por los más débiles, no ha pensado en qué clase de mundo les gustaría vivir a los débiles y a la gente en general? ¿No haberse preguntado si el mundo que la izquierda diseñó para todos es el que la gente realmente quiere?

Cuando yo estaba hablando de la Carta de los Derechos Humanos... en el fondo está ahí todo lo que un ser humano puede diseñar para su vida. El problema es saber quién tiene más condiciones, más capacidad y más rigurosidad, incluso rigurosidad política, para construirlo. ¿Es la derecha o la izquierda? En principio, está clarísimo que no es la derecha. Quizá la izquierda tampoco tenga muy claro cómo lo puede hacer, pero, por lo menos, eso es lo que me gustaría. Lo que sucede es que si en todo el mundo sólo existiera una clase, la clase media, pues entonces se acabaría la izquierda. Un ejemplo a examinar es Argentina donde, con la crisis la clase media se hundió, y llegaron aquí noticias de que finalmente los argentinos y su clase media terminaron de reconocer que existía la pobreza. ¿Por qué? Porque la misma clase media sintió que sufría la pobreza. Pero yo me permito decir, con mi experiencia de vida, que esa conciencia no durará nada. A partir del momento en que la situación mejore, y en que la clase media vuelva a ser clase media, se va a olvidar de los pobres.

¿Se va a olvidar de los pobres y del tema de la pobreza?

Es inevitable que suceda. Entonces llegaríamos a la peor de las conclusiones: si una clase media incapaz de razonar mientras la prosperidad está ahí necesita de una crisis económica que la golpee duramente para supuestamente entender el dolor de los más pobres, entonces, cuando más tarde sienta que el bolsillo está otra vez como estaba antes se olvidará todo. Por lo tanto, yo digo que la izquierda no tiene otro campo de trabajo, sino compensar la injusticia. Es decir, hay una injusticia en el mundo. ¿No tiene que ver tu destino de justicia o injusticia con el lugar en que tú naces? ¿Dónde has nacido, en qué medio has nacido, de qué familia? Eso de alguna forma determinará toda tu vida futura, el acceso o no a la educación y a una vida digna. Porque si naces en La Pampa, en la Patagonia, pues te quedarás ahí. Puede que un día, cuando llegue la felicidad universal -o sea, seríamos todos clase media- pues ese día la izquierda ya habrá cumplido su misión histórica.

¿Puedo deducir que, a su juicio, esta experiencia de los cacerolazos a la que algunos le adjudican el alumbramiento de una nueva conciencia cívica, tiene los límites de que la protagoniza una clase media que hoy está en la calle protestando y, por lo tanto, cuando se le resuelvan sus problemas probablemente se olvidará de los pobres?

Yo creo que lo que está llamando al cacerolazo es una cosa de todos los días. Todos los días los ciudadanos deberíamos hacer un cacerolazo... Se llamaría otra cosa, se llamaría participación, intervención del ciudadano en la vida de su país, exigencia ética, todo eso. Yo no quiero decir que sean folklore, pero, ¿por qué se manifiestan ahora y no se manifestaban antes? ¿Acaso antes la clase media ni siquiera tenía una cacerola para hacer ruido? Seamos sinceros... Yo hablo de Argentina porque es el ejemplo reciente, pero finalmente parece que es tan fácil si la gente baja a la calle, con cacerolas o sin cacerolas. Es la exigencia ética, la responsabilidad, todo eso que es la obligación del ciudadano todos los días. Y no quedarse esperando que se sufra en los bolsillos para bajar a la calle con la cacerola. La cacerola tiene que ser otra cosa, pienso, para que no se llegue a la necesidad del cacerolazo.

Pero parece difícil generar un ciudadano tan activo, tan constantemente alerta y participativo...

Sí, eso es lo que hay que discutir. Lo que pasa en el mundo, la publicidad, el discurso político, el mensaje, todo trabaja para que ganen ellos y nos movilicemos sólo para comprar un coche. Pienso en cómo el sistema canaliza la energía de un ser humano, su imaginación, su capacidad creadora para convertirlo en un comprador. Cuántas transformaciones llegarían si toda esa energía se concentrara en mejorar el mundo...


Fragmento de entrevista a José Saramago, realizada en febrero de 2002 por Jorge Halperín, editada por Le Monde diplomatique. Disponible en Saramago: "Soy un comunista hormonal". Conversaciones con Jorge Halperín.

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