domingo, 21 de diciembre de 2008

I fear the monkey in my soul

Won't you turn that bebop down
I can't hear my heart beat
Where's that fatback chord I found?
Honey don't you think it was wrong
to interrupt my song?
I'll pack my things and run so far from here
Goodbye dear

sábado, 20 de diciembre de 2008

¿Amor propio?

Mi tercera línea de razonamiento era esta.

Pienso mejor cuando pienso en una sola cosa, siento con más profundidad cuando siento una sola cosa. Si pudiera rediseñar mi cuerpo, sería de dimensiones celestiales, de modo que las ciudades de los hombres aparecieran ante mí como diminutas manchas. O bien, lo haría tan pequeño que solo pudiera ver una hojita de hierba. ¡Con cuánto amor examinaría esta hojita de hierba! Acariciaría su filo romo, me adentraría en sus oscuros pliegues, me arrojaría contra su verde costado.

Hay dos grandes pasiones en mi naturaleza. Me gusta concentrarme en algún problema pequeño, y me gusta ser sorprendido. Pero nadie es tan pequeño como yo. Y nadie me sorprende tanto, tampoco.

Mi tercera anécdota:

Frau Anders había partido. Estaba inmensa, egoístamente aliviado de que tuviera que esconderse, mientras yo estaba a salvo, de que ella estuviera huyendo, pero no de mí. Paseaba por las calles con descaro cada tarde, hasta el toque de queda, alegrándome de no tener por qué huir.

Entonces, en la vacuidad de mi ingenio, me topé con un mendigo que pasaba. Él no me había hecho nada; ni siquiera lo conocía. ¿A quién se parecía? No lo sé.

El carnicero, saliendo de su tienda a toda prisa, me cogió por la oreja. Las maldiciones cayeron como gotas de la boca del tendero. Se reunió una multitud de comerciantes y amas de casa. Vino un policía con su porra.

Alguien, entre la multitud, me ofreció un revólver, indicándome que debía correr. Pero yo no deseaba la muerte del mundo, ni de ninguna persona.

Por lo tanto, acompañé al policía hasta la comisaría, donde tomaron mis huellas, me interrogaron, aquella noche me encerraron y a la mañana siguiente me liberaron.


Fragmento de The Benefactor (1963), de Susan Sontag. Editado en Argentina por Sudamericana bajo el título El Benefactor.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Estudiantes, universidad, cultura. Sobre estudiar, universitar, reproducir y pertenecer. En Francia y acá; en los 60s y ahora.

Por complicado que sea reconocer aquello que divide y que une realmente a los estudiantes y si es difícil distinguir qué forma parte del juego y qué de lo serio en sus compromisos, sus convicciones y sus ejercicios, es porque las ideologías y las imágenes que suscita la relación tradicional con la cultura condenan a la práctica universitaria, sea profesoral o estudiantil, a aprehender lo real sólo de manera indirecta o simbólica, es decir a través del velo de la ilusión retórica. Para comprender el modelo de la relación que une a la ideología con la significación objetiva de las conductas, hay que ubicarse en el caso puro en el que estarían dados al mismo tiempo la actitud tradicional respecto de la cultura que estimulan y perpetúan las disciplinas, el contacto con el mundo intelectual favorecido por la residencia en París y la libertad sin riesgos que autoriza un origen social acomodado. Aparece entonces como la imagen recobrada de su condición la representación que se hace el estudiante de su condición y que reúne ese conjunto de rasgos -es decir el literato parisino hijo de intelectual tomado como tipo ideal del estudiante-. Cambiando el a favor por el contra, la sociología de las ideologías revela la identidad que disimulan las diferencias proclamadas y las diferencias que se esconden bajo la identidad proclamada.

Si es verdad que el determinante fundamental de las actitudes es el origen social, si es cierto que los estudiantes provenientes de la burguesía siguen siendo la mayoría y que los valores que deben a su medio continúan imponiéndose a ellos, y a través de ellos, a los estudiantes provenientes de otras clases, se puede considerar legítimamente que el medio estudiantil debe muchas de sus características al grupo que sigue allí dominante, númerica y estatutariamente. Los novicios de la inteligencia se reclutan sobre todo entre los estudiantes de origen burgués porque los juegos de la inteligencia libre suponen que los estudios sean vividos como un juego que excluya toda otra sanción salvo la definida por la regla del juego y no como un aprendizaje sometido a la prueba del éxito profesional. En consecuencia, uno se alejará de la descripción ideal-típica que presta al conjunto de los estudiantes las características del grupo dominante a medida que se acrecienta la proporción de estudiantes provenientes de las clases populares, portadores de nuevos valores y condenados a una experiencia más realista de la situación de estudiante. Aunque este cambio no resulte tan rápido, porque los estudiantes de origen burgués podrán dejar de ser mayoritarios numéricamente sin que las normas y valores que han legado al medio estudiantil dejen de ser considerados, incluso por las categorías recién llegadas a la enseñanza superior, como inseparables de ese medio.

La condición de estudiante no condena indistinta y uniformemente a todas las categorías de estudiantes a una experiencia irreal y lúdica. En las preguntas que se plantean a propósito de su rol actual y futuro, los estudiantes muestran, sobre todo después de algunos años, una seriedad indiscutible y no es indiferente que se planteen explícitamente la cuestión de la seriedad de sus reivindicaciones. Pero la irrealidad de la condición de estudiante no se desvanece por la sola virtud de la intención de seriedad. Mejor aún, ¿no será de un sentimiento agravado de la irrealidad de la experiencia académica de donde nacen tanto las preguntas serias sobre la seriedad de la condición de estudiante como las preguntas irreales sobre los problemas reales?

En efecto, hay que distinguir la irrealidad que la experiencia del estudiante debe al hecho de que su condición no es un oficio más que por analogía del irrealismo al cual predisponen desigualmente las condiciones de vida más o menos favorables. La inclinación al irrealismo no es exclusivamente función de la parte de irrealidad que encierra la situación: así, la experiencia fútil y frívola que el estudiante burgués tradicional (hijo de escribano, seguro de que será escribano) podría tener de sus estudios colabora en una mínima parte con la irrealidad constitutiva de la condición de estudiante. Por el contrario, los actuales estudiantes de letras pueden ignorar por completo la experiencia folclórica de los estudiantes del pasado y sin embargo sentir la irrealidad del futuro que demuestran sus conductas más evidentes y a la que apelan con sus deseos más intensos; pueden incluso, si son de origen pequeñoburgués o popular, experimentar la irrealidad de una enseñanza poco transformada en sus métodos y a veces en su contenido, porque está poco adaptada a las expectativas y a los intereses que deben a su medio o tal vez porque aspiran a un futuro profesional sobre el cual tienen una preocupación más realista. Por otra parte, la indiferencia a las realidades no da jamás como resultado que las conductas no se organicen, consciente o inconscientemente, con referencia a las posibilidades objetivas de alcanzar el lugar para el cual uno se prepara. Así, el grado de adhesión al juego intelectual y a los valores que implica no es jamás independiente del origen social. En nombre de la seriedad se "disimulan" por lo tanto dos maneras de vivir la condición de estudiante. Una es característica sobre todo de los estudiantes de origen burgués, quienes hacen de sus estudios una experiencia en la que no entran problemas más serios que aquellos que ellos introducen allí. La otra expresa la inquietud sobre el futuro propia de los estudiantes provenientes de los sectores sociales más alejados de la cultura académica y condenados a vivirla irrealmente. Se sigue de esto que las denuncias de irrealidad no tienen para todos la misma seriedad y que las experiencias más serias de irrealidad no predisponen necesariamente al realismo.


Fragmento de Les Héritiers. Les Étudiants et la Culture (1964), de Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron. Editado en Argentina por Siglo veintiuno editores bajo el título Los Herederos. Los Estudiantes y la Cultura.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Queridísimos Verdugos

a) Es fácil tirar palabras al viento. Igual de fácil es agarrarlas.
b) Se puede establecer otra lógica, coronarla de ética, reescribirle la métrica.