Qué curioso que resulta cuando un acontecimiento pasajero te despierta la conciencia de la fuerza increíble del cine.
Falleció Natasha Richardson. Leo, por acá y por allá, que era la esposa de Liam Neeson, y la hija de Tony Richardson y Vanessa Redgrave. Me suscita cierta pena, claro, pero nada considerable.
De repente, chusmeando, veo que es la protagonista de The Comfort of Strangers, de Paul Schrader. Y me sacudo. Porque sí, porque siento como si hubiera fallecido el personaje. Porque ahora cada vez que leo que murió Natasha Richardson se me viene a la cabeza el personaje de Mary, esa dulzura mezclada con curiosidad intelectual que sufre un descenso torbellinesco junto al personaje de Rupert Everett. También me acuerdo, claro, del magnetismo sobrenatural y decadente de la pareja que conforman Christopher Walken y Helen Mirren.
Se me viene a la cabeza todo eso, y pienso en Natasha Richardson, y ya no es la misma sensación que hace una hora. Y todo porque The Comfort of Strangers es, hasta donde vi, LA película de Schrader, y también una de las grandes películas de los 90s -y de las más desesperantes, por cierto. Pero la vida de Richardson era más importante. Pero a mí se me viene a la cabeza Mary. Pero...
miércoles, 18 de marzo de 2009
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